Mi nombre artístico es “La Malita”.

Llevo muchos años con el flamenco y mi carrera fue una intensa subida, llenas de sacrificios pero también éxitos y traguardos conseguidos en pocos tiempos. El flamenco fue la salida rápida a una realidad personal familiar que me tenía atrapada desde que nací, encima en un país que culturalmente mal encajaba con mi esencia.

Acabé construyéndome mi propia vida en Sevilla y dedicándome al flamenco a nivel profesional. Vivía para esto.

Lo que me llevó a la primera sesión con Rosi, fue una crisis artística gorda en la cual me había caído después de mis últimas actuaciones, que por cierto no salieron como yo me había imaginado.

Estaba viviendo un momento difícil de mi vida, muchas cosas estaban en discusión conmigo misma como persona. La vida privada era un desastre, una repetición continua de dinámicas y relaciones toxicas.

Recuerdo muy bien lo que Rosi me dijo durante nuestro primer encuentro, ósea que evidentemente la que por fin estaba yo llevando al escenario era “Manuela” y no solo “La Malita”, evidenciando de que esto era algo muy positivo y tenía que alegrarme mucho por este paso.

Por cierto, yo no me alegraba para nada, siendo que esto correspondía llevar de repente al escenario también todas mis fragilidades, las cuales provocaban errores técnicos y poca seguridad en el baile.

Pero al mismo tiempo, lo que también subía al escenario con Manuela eran todas las calidades como individuo: humanidad, empatía, humildad, valores, autenticidad.

“Manuela”, después de tantos años de descuido por invertirlo todo en “La Malita”, tambien necesitaba salir de las sombras y contarse al público, rescatarse, guiarse y evolucionar.

La integración hacia los dos papeles de mi vida, Manuela y La Malita, sea en el escenario como fuera del escenario, fue desde entonces mi mayor objetivo artístico y personal.

Entendí, gracias a Rosi, que no había que contrastar esta nueva tendencia, además nacida de forma totalmente espontanea, sino aceptarla y sujetarla llevando para lante un proyecto que va mucho más para allá de la ambición artística de cualquiera, sino más bien un desafío personal hacia el acoplar quien soy de verdad y quien quiero representar.

Pasaron casi 5 años, sigo mis sesiones de forma regular. No abandono mis espacio terapéutico porque lo necesito y acompaña mi continua evolución.

Pasaron muchas cosas y mi vida privada y artística cambió bastante respecto al principio de mi camino con Rosi. Sin embargo, la bailaora que soy hoy, tiene poco que ver con la bailaora de antes y por fin me parece haber encontrado la justa receta para que mi vida artística sea una extensión de mi vida privada y de mi ser, en vez que un disfraz para esconderle al mundo mi verdadera esencia.

Dicen que bailo mucho mejor ahora, yo no lo sé…… creo que sí.
Lo que es cierto es como me siento ahora cuando bailo, pero tambien cuando no bailo, ¡¡¡¡¡osea……mucho mejor!!!!!

Manuela Baldassarri. Bailaora