Dejando la voz salir, trazando la palabra
No sé si es el espacio para comunicar mis tránsitos, pero estoy harta de preguntarme si esta a lugar o no, o si es el lugar. Habitamos el sin lugar, creamos espacios para la palabra, la mirada, el encuentro y la denuncia, porque, aunque son derechos humanos es una realidad que todavía actualmente no operan en igualdad.
Hay tantas cosas que quiero decir que me quedo en blanco. Empezaré de a poco.
He sido adoctrinada a creer que había algo malo en mi cuerpo, mi tono de piel, mi aspecto, mi peso, mi comportamiento.
He sido cómplice de la violencia hacía mí, hacia otras, sin ser consciente. He callado, tantas veces por lealtades mal entendidas o instrumentalizadas. Me he silenciado para no ser incomoda, para preservar lazos, dinámicas, trabajos, cenas y fotografías para un marco.
Me he puesto la “camiseta” y mostrado compromiso ferviente con instituciones que lesionan y solo buscan el beneficio narcisista de unos cuantos a costa de la explotación de muchos otres. Lucrando con el dolor de usuarios y víctimas de abuso y maltrato, re incidiendo como institución en aquello que dicen que están en contra.
En paralelo a esto desde que tengo 8 años, he denunciado abusos. He tenido la suerte que esa vez en específico me han creído. No ha sido sencillo. Supe distinguir un contacto inadecuado. Vivencie la primera parálisis de mi cuerpo, la ausencia de grito por terror.
Se instauró el miedo. Quizá por preservación decidí sin tener elección ser obediente, me volví experta en sondear ambientes y situaciones y poder articularme en espacios hostiles, mediando y evitando el conflicto hasta que inevitablemente explotaba o me apagaba (shut-down). Ahora entiendo que uno no puede aguantar tanta mierda, sin volverse mierdoso… ¡Por eso es bueno mandar a CAGAR! ¡CAGARSE EN TODO!!
Crecí en un entorno en el que la abuela me podía concha nácar para blanquearme la piel. Ahora entiendo que era una manera de “protegerme” y a la vez discriminarme. Que dificultad desanudar lo ambivalente. En esas frases de: ¡Lo hago por tú bien! “es una manera de sacar tu potencial, soy así de dura/duro por que sé que puedes. Mensajes constantes de insuficiencia, maltrato e invalidación afectiva. Sometiendo nuestros cuerpos a un nivel tan elevado de cortisol, estados de hiperalerta e hipervigilancia, que nos llevan a separarnos de lo que sentimos, de nuestra intuición. Anestesias psíquicas y corporales. Esto lo he vivido en la mayoría de mis entornos formativos y profesionales tanto psicoterapéuticos como en danza. Entiendo ahora que uno hace en activo lo que vivió en pasivo sino lo elabora y si le rascamos mínimamente, es posible que esta gente este replicando el tipo de crianzas en sus docencias, ámbitos laborales pues es donde se han formado y de lo que han aprendido que son los vínculos de amor y sostenimiento.
El amor no te pide callar, no te invalida, no te manipula, no te lesiona, no te condiciona, no te hace sentir mal de quién eres, ni como te ves. El amor no es sometimiento, ni rescate al desvalimiento.
De aquí la importancia del ejercicio continuo de abrir espacio al dialogo interno y cuestionarnos: ¿Qué estoy fomentando con mi discurso desde mi lugar de enunciación? ¿Adoctrino y me adoctrino a la opresión? ¿Al sometimiento? ¿Escucho y hago espacio a mi propia diversidad interna? ¿Elaboro mis odios, rivalidades y hostilidades? ¿Cómo me articulo con la diversidad en otres?
Yo ya me cansé de tener miedo por mí, por mis hermanas de muchos rostros. Ahora siento RABIA. La rabia, no es dócil, ni complaciente. La RABIA busca otro tejido.