Un trozo de tela y mis manos; se desliza, me acarrea en un balanceo; es como si atravesara membranas delgadas. Yo soy la sustancia que navega por esos poros, se precipita y se condensa en una imagen sin rostro. Una presencia constante fantasmagórica que habita en mi pupila. Me viene la palabra espectro. No es inanimado, es constitutivo; se mantiene ahí detrás para que yo pueda mirarme. Su presencia silenciosa me perturba, me intriga y no me es ajena. Es como si me dijera: “vienes de aquí”. Se mueve con sutileza apaciguadora y enajenante. Comienzan convulsiones, contracciones mínimas que anuncian que transmuta en vagina. Hiancia[i] que respira y proclama la presencia de divinidad. Divinidad como el tejido de encuentro o el hilo indivisible de la Nada y el Acto Creador, del Eros y el Tánatos en amalgama, aquello incomprensible, inaprehensible que posa en tótem para dialogar con el ojo del mundo. La pupila del ojo del mundo es un rostro encubierto, velado, que solo se revela ante la sensación, esa irrigación candente que enciende las vísceras, a veces intolerable hasta el ahogo.
En ocasiones, los miembros hablan solos. Hablan en el idioma de las serpientes, traen contextos, traen historias amputadas, cerradas en el campo del discurso oral, pero manifiestas en el cuerpo en nacimiento. Es así como dialogan la muerte y el nacimiento. Las criptas y el llanto que expulsa el líquido amniótico. La hiancia constitutiva se manifiesta en agujeros que generan conductos y permiten la irrigación. Agujeros de gusano, huecos despiertos que demandan, exigen, transportan. Inhalación- exhalación.
Llegué al mundo con las vísceras encendidas, demasiado abultadas, demasiado echadas pa’ lante, como si los tejidos musculares no pudieran con sus fuerzas. Gritan tanto que se ven. El otro me lo dice con su mirada o explícitamente: “¿Estas embarazada?” Quizá por eso me hice tripera[ii], para poder verlas, para saber escucharlas, para mirarlas con mis adentros, no solo escuchar las contadas, las dichas por otres, también como un acto de parir mi propio discurso o cuando menos intentarlo y así encarnar la araña, tejedora ancestral. A ella sí que le tengo miedo: no se anda con rodeos. Exige el hilo de las entrañas, la luz de mi pecho. Por un momento, vacilo, desconfío: ¿Y si me apago? ¿Y si muero por dentro, quedando solo una cáscara como la del insecto? Convirtiéndome en un mosquito momificado. Voy articulando esto cuando ya está ocurriendo la ¿disección?, ¿la cirugía?, ¿la ceremonia?
Es cuando salen las bombillas recipientes de luz y granadas de explosión. Me doy cuenta de que he estado empachada de afectos. No me apago: me purgo. Esta constelación, constitutiva, consecutiva, secuencial al estar fuera de mi cuerpo, me permite la interacción elegida. Las admito y admiro, entiendo su lógica de quebranto. Ideas rotas puestas en un lugar designado, ideas cacarizas, agrietadas, cerradas, que si te descuidas, ahorcan, impidiendo la autonomía, el resguardo para la sorpresa y el asombro. Cordones umbilicales que reclaman pertenencia, cosificando, alienando, suprimiendo la diferencia, impidiendo o complicando que se cicatrice, que se forme el ombligo, el centro del Yo. El ombligo una huella, una buhardilla debajo de las costillas. Cicatrices que tienen los árboles como textos marmoleados que narran que ahí hay una semblanza de que en un antiguo presente existió una rama; ahora es una espiral tatuada o un hogar para aves o ardillas.
La cicatriz como un surco, un vado o bulto que resguarda la evidencia de la separación. Ahí en donde hubo herida: ¿La hay siempre? ¿Cuántas dermis y epidermis tienen que volver a cruzar? Pequeñas hormigas haciendo el trabajo, cruzando, haciendo puentes para regenerar el camino; pequeñísimos seres que cargan consigo 50 veces ellas, 50 veces otras como ellas, 50 veces las ellas que ya no están más, que en las urdimbres en las que se cocinan tapetes, alfombras voladoras hechas de patrones ininterrumpidos, algunos sagrados, otros comprometidos por el absurdo o la marca, que es un desfiladero que no se ha podido hilar distinto. Pero, en este caso, la hormiga elige, si bien por sobrevivencia, para no dejarse desangrar y soltar su sustancia, se percata de que a partir de que se con-mueve puede articular distinto, no como una maquinaria perfecta, sino como un ser vivo con antenas.
¿La frontera es una cicatriz? ¿Es una arruga? ¿Un pliegue? ¿Un eje axiológico? ¿Un muñón? ¿Una falta? ¿Un límite?
“Los lugares que la sociedad acondiciona en sus márgenes, en las áreas vacías que la rodean, esos lugares están más bien reservados a los individuos cuyo comportamiento representa una desviación en relación a la media o a la norma exigida”. (Foucault, 1984)
Línea divisora. Un verdugo que latiga con discursos que exigen homologación, trazando fronteras no que delimitan, sino más bien desapropian al espectro como constitutivo, constituyente y analógico que muestra colores y contrastes, impidiendo el espacio para la sombra y la luz y, por lo tanto, impidiendo la revelación de las cosas. Ese “Amo” busca ponerse en posición de absoluto, seduciendo con certezas.
La desapropiación del espectro pareciera la negación de la intermitencia de los bordes que nos trazan. Parece que el espectro como fantasma, ahí junto, en la pupila, es la presencia que anuncia en silencio, en susurro constante como un ruido blanco, casi imperceptible por la habituación que tienen los sentidos, que si se hace un esfuerzo de atención flotante en epojé[iii] se revela lo que nombra: “Lo cierto, es que no hay certezas”. No hay certeza de que mi nuca exista en este momento, no tengo garantía, pues no puedo verla por más que rote, me contorsione o extorsione. Esto me arroja a ser consciente de la caída libre en espiral que bordea a cada instante, una continua interacción en vértice, del vértice entre mi cuerpo carne y el mundo. “Ser sensible, no decapitado”.
La duda nos permite seguir cayendo en ese tobogán interconectado. La certeza nos lleva a la fragmentación del cuerpo carne y el mundo. Al sujeto no lo hacen sus respuestas, lo hacen sus preguntas. “La función del lenguaje no es informar, sino evocar. Lo que busco en la palabra es la respuesta del otro. Lo que me constituye como sujeto es mi pregunta” (Tamayo, 1994).
Lo abierto, lo cóncavo y convexo del movimiento en el que uno es continente y contenido de sí misme, de otres.
Paradójicamente, la “seguridad” está asociada a eso comprobable, sólido, que no muestra grietas y si las hay, tendríamos que tenerlas todos en el mismo lugar. Plastificado en vez de plástico. Cuánto temor existe a decirnos desde la diferencia. Entrar al entramado de subjetividades infinitas que van permitiendo procesos de maternaje colectivos.
Al expresar la diferencia encarnada se ejerce la libertad. Se despliegan hebras de vísceras encendidas, constelaciones, galaxias interactivas que gravitan en hilos discursivos, gestos, movimientos, danzas, presencias que ingresan a los agujeros de gusano, compuestos por un tempo atemporal en el que coexistimos todes, hasta los dinosaurios. Un acto revelador, de rebelión. Parirnos como maestres de sentido para nosotres mismes, el cuerpo como maestre de sentido. Cuántas veces me han salvado vísceras encendidas de otres; sus palabras resuenan en mí con fuerza, tintan de color mi cuerpo, mi lienzo de pensamiento; cuántas danzas de gratitud, de fertilidad, de euforia, de duelo, de silencio. Cuántas manifestaciones, gritos apaleados o al rojo vivo que abrieron espacio- tiempo.
Dejemos a la mantis religiosa que coma cerebros. Ella usa esa proteína viscosa y retorcida para sostener la vida que engendra. Ceremonia de sacrificio en donde hay mártires y canibalismo. ¿Cuántas veces me ofrezco a esto? ¿Somos capaces de encarnar a la mantis?
Traemos a los dinosaurios y a la barbarie. Existe en nosotres la bestia. La bestia representada por Goya que desubjetiviza y devora. Lo que se devela a posteriori es que al ejercer el acto ocurre un boomerang, volviéndose una autolesión en el espejo. ¡Claro!, que también esta esto detrás de bambalinas, detrás de los párpados. Por eso hay que mirar a ojos cerrados, es decir, con mirada despierta, los odios, el pus, los olores fétidos y hediondos, ahí donde uno se está pudriendo. Valientes los que se hacen cargo, se ocupan, encontrando o generando espacios heterotópicos[iv], escenarios, sucesos performáticos. El artista transformándose en camerinos para habitar la voz, las voces, dejando ver a reflector vivo lo complejo, la entraña, lo grotesco del espectador, lo tuyo y lo mío; lanzando alfileres al pecho del que mira, clavando la incomodidad, esa sensación inquietante que arde en la boca del estómago, subiendo como reflujo, que hace que repitamos y repitamos el ácido que no ha podido alcalinizarse, pues requiere de re-transitarse en la intimidad del llanto, del diario, del tejido de la consciencia. Aguantar la desquiciante cosquilla de querer dar respuesta a eso que nos interpela. A veces buscamos esquivar la mirada, como si olvidáramos que el poro respira, ve, escucha, siente y entiende. Esquivamos aquello que se presenta, nos atañe, nos convoca. Los krakens[v] se miran, extienden los tentáculos y los mitos propios quieren decirse, ponerse en escena para transitarse desde otro lugar y transformarse. ¿Por qué nos negamos a crear? ¿Nos negamos a creer? ¿Nos negamos a criar?
En la escucha del cuestionamiento hay crianza, al dejarla abierta una Ética, al sostener el Rostro una revelación que atraviesa y trasciende. Al crear comulgo con mi existencia por la que siento angustia porque no me puedo asir de nada. “El Eidos es la forma del Ser cambiante, la impermanencia, es corporal y sensible”. Así que puedo y elijo maravillarme de la espiral, habitarme, ser habitada, dialogar, bordear la experiencia que me atañe hoy, aquí, en este momento, que entrelaza a quien fui sin conocerme, a mi ayer, a mi ser con el otre y reverbera con el mundo.
Aprendo a vivir con hambre. Por las noches me visita una musa y se posa en mis sueños.
En la permanencia de lo efímero se borda un registro transitorio que contiene vestigios de la presencia de un cuerpo mirando y siendo mirado por el espacio que lo atraviesa.
[i] Hiancia: proviene de la traducción del término francés “béance” que representa “agujero o abertura grande.” En la medicina se usa para designar la abertura de la laringe. Jacques Lacan se refiere al constructo “hiancia” bajo distintas significaciones. “Hiancia interrogativa”, experimentada en la locura, el sujeto se queda perplejo frente a su propio contenido expuesto, por ejemplo, en la alucinación.
Posteriormente usa el término para expresar la ruptura primordial entre el ser humano y la naturaleza. La separación se hace palpable en el estadio del espejo: “El ser humano tiene una relación especial con su propia imagen- una relación de hiancia, de tensión alienante-.” A través del proceso gestáltico de la psique es que el imaginario rellena esta abertura estructurante y posibilita la ilusión de unidad. (http://www.analysefreudienne.net/es/2015/01/28/andres-j-seballos-v-el-papel-de-la-hiancia-lacaniana-en-el-desarrollo-de-la-literatura/)
[ii] Tripera: expresión coloquial para referirse a un psicoterapeuta o analista que trabaja con el mundo interno y los afectos, haciendo escucha a su propia entraña.
[iii] Epojé:“suspensión del juicio”.
[iv] Espacio heterotópico: “Esos espacios diferentes, esos otros lugares, esas impugnaciones míticas y reales del espacio en el que vivimos.” (Foucault, 1984)
[v] Kraken: inmensa criatura marina de la mitología escandinava, con forma de pulpo, calamar o medusa gigante, que emergía de las profundidades del océano para atacar barcos y devorar marineros. Kraken proviene de krake, que designa un animal enfermizo o que algo es retorcido.
Referencias:
Breton, D. L. (2010). Cuerpo sensible. Chile: Metales pesados.
Foucault, M. (1984). Topologías. Dos conferencias radiofónicas. París.
Foucault, M. (2008). Topologías. Fractal no.48, 39-40.
Larios, V. (2005). Carne: Quiasmo cuerpo-mundo. A Parte Rei. Revista de Filosofía, 1-4.
Levinas, E. (2002). Totalidad e Infinito. Ensayo sobre la exterioridad. Salamanca: Sígueme.
Nancy, J.-L. (2007). 58 indicios sobre el cuerpo. Extensión del alma. Buenos Aires: La Cebra.
V, A. J. (28 de enero de 2015). Analyse Freudienne/ Analisis Freudiano . Obtenido de http://www.analysefreudienne.net/es/2015/01/28/andres-j-seballos-v-el-papel-de-la-hiancia-lacaniana-en-el-desarrollo-de-la-literatura/
Gracias por compartir tu sentir así de transparente, leerte y verte es un privilegio! Te quiero y te admiro siempre
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